AYUNO, EL
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El ayuno formaba parte de la tradición judía y se sabe que fue igualmente practicado por la civilización grecorromana. La tradición judía recomendaba únicamente un día oficial de ayuno, el Día de la Expiación, que era un día de devoción. No obstante, la gente con frecuencia ayunaba dos veces por semana, los lunes y jueves. (Cf. Lc 18, 22).
Por el Antiguo Testamento sabemos que en momentos de grandes dificultades los reyes y profetas pedían al pueblo que ayunara y orara (Cf. Jon 3, 7). En los salmos encontramos versos reveladores, tal como “Yo, en cambio, cuando eran ellos los enfermos, vestido de sayal, me humillaba con ayuno, y en mi interior repetía mi oración” (Sal 35, 13) o bien, “Por tanto ayuno se doblan mis rodillas, falta de aceite, mi carne ha enflaquecido” (Sal 109, 24).
La Iglesia primitiva introdujo dos días de ayuno a la semana, miércoles y viernes. Algunos de los fieles ayunaban igualmente los sábados, en preparación para el Día del Señor. Cada vez más, la práctica del ayuno se fue extendiendo gradualmente. El ayuno comenzó a ser guardado por semanas enteras, en la Semana Santa por ejemplo; y en el siglo tercero la Iglesia introdujo el período de ayuno de cuarenta días de Cuaresma, en preparación a la Pascua, la celebración de la Resurrección de Jesús.
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